Franco Sancho Garrido, diseñador:

"Soy más fan del proceso que del resultado" 

Este diseñador se asentó en el villorrio a orillas del mar. Se siente más cercano a ese sector que a Puerto Montt y sus alrededores, entre los cuales dice aún perderse. El rocoso balneario es su hábitat natural, en medio del bosque nativo donde abundan lengas, arrayanes, hongos y helechos, un escenario verde muy diferente a aquel bosque esclerófilo, que lo maravillaba de niño a los pies de la precordillera.


Se declara foráneo. Llegó hace 8 años proveniente de La Florida, región Metropolitana. Mucho antes, mochila al hombro, recorrió nuestra zona en más de una ocasión; el paisaje y la calma lo enamoraron. Cambió la ciudad por la ruralidad, como define estos parajes australes. Decidió que Piedra Azul, la pequeña caleta ubicada en el kilómetro 15 de la Carretera Austral, sería su nuevo sitio en el mundo.

Franco Sancho Garrido, publicista formado en Duoc UC, también se dedica al área del diseño gráfico y audiovisual, a la pintura y planea, durante el presente año, estudiar ilustración.

“Tras salir del colegio, me vine a viajar para el sur. Me vi joven, con ánimo y dije: mejor ahora ir a probar suerte que esperar que pase el tiempo, ir más grande y postergar ese sueño. Me vine sin un proyecto claro, pero sí con la energía, a probar suerte Y bueno, aquí estoy”.

Hurgueteamos el ciberespacio en su búsqueda. Dimos con sus redes sociales y su sitio web; nos llamó la atención el nombre. Respondió así:

“Ah, Francolibrí. Claro, me gustan en general todas las aves. El colibrí es un ave bellísima, pero también es mi nahual del oráculo maya. Cuando me sacaron el nahual, apareció el colibrí; como andaba buscando un nombre para mi página web, cayó justo”. Tomó prestado ese nombre y lo ha acuñado como marca hasta hoy.

Pero fue otra de sus actividades la que nos llevó a conocerlo: la xilografía, esa añosa técnica de grabado a partir de moldes de madera. Esta es la historia de quien, a sus 34 años, ha desarrollado una atractiva y coherente propuesta de diseño y arte, siempre basada en el respeto al entorno y privilegiando en su estética elementos orgánicos para responder a cuestiones humanas.


 

“Estoy totalmente inspirado, es lo que respiro día a día. Hago cosas que me gustan, eso es bueno. Realizo talleres, por lo menos uno mensualmente, y lo compatibilizo con el diseño.
Este verano me di una pausa porque estoy con otro trabajo. Presto servicios al Ministerio de Educación en un plan de reinserción escolar del lugar, porque necesitaba como ingresos fijos, porque la autogestión cuesta”. Habla con desazón ante esta realidad de abandono post pandemia.

En paralelo a su jornada laboral, Franco practica escalada y explora bosques, donde suele quedarse hasta la noche. La actividad le reporta calma y lo nutre de energía a la vez.

“En realidad es como mucho más profundo, no sólo tiene que ver con asistir a clases, va más ligado a otras cosas. Los adultos muchas veces no están ni ahí con los niños. Que lleguen a cierta edad y se las vea por su cuenta”.

Lo sacamos de su zona de confort para saber sobre sus procesos creativos. ¿Cómo te mueves entre lo digital y lo análogo, y especialmente cómo te relacionas con la inteligencia artificial?

“De a poco hay que ir mutando, pero mi característica, al diseñar, es que intento hacer un trabajo muy manual; siempre trato de trabajar a mano, dibujar, probar ideas, bocetear un montón y después vectorizarlo. Quiero que se vea una mano detrás. La gente que llega a mí busca algo así”.


La mayoría de sus clientes son emprendimientos como el suyo; surgen desde lo natural y lo orgánico. Él mismo recuerda sus primeros proyectos.

“En Santiago, teníamos un emprendimiento junto a unos amigos de riego por capilaridad, una cuerda que riega, mediante una mecha, lo que se cultive. Se riega solo. Después forme parte del Taller Buenamano, con otros amigos trabajamos en diseño para el mundo cultural, y grabábamos bandas musicales emergentes de Santiago”.

Esa época también fue fecunda para la búsqueda inquieta que lo acercó a conocer diversas expresiones de arte como la plástica, la danza, la música y el teatro.

Le pedimos que nos contara cómo es diseñar apartado de la comodidad de una oficina o estudio de la ciudad.

“Me alejé súper bien de la ciudad misma, de la capital me fui en paz con ella. Hay gente que se arranca. Pero me fui re en paz con eso, porque en el fondo mi esencia, mi corazón, como que me llamaba a otras búsquedas, por eso mismo aquí no vivo en la ciudad, porque ya me fui de ella. Acepté esos otros ritmos, entender que yo también soy como naturaleza; tengo mis propios ciclos. Quizás en invierno tenga que estar más guardadito y en verano más afuera. Puede que el otoño me ponga más emocional y en primavera vuelvan a florecer las ideas, como las flores”.

Esta búsqueda constante de equilibrio lo lleva a valorar la importancia de la autenticidad en los procesos comunicativos.

“Acá se nota mucho más; veo que en otoño o invierno hay procesos que se acentúan marcadamente. La gente, que es más honesta, te puede decir: "No estoy tan bien" o "Me pasa esto, lo otro". Después, en primavera, esos problemas comienzan a solucionarse y florecen pensamientos más positivos”.

Su mirada más centrada en lo humano y la relación con el medio ambiente, ¿de dónde te viene? Tiene algo hippie y místico, al mismo tiempo.

“En la búsqueda de escapar de los conflictos familiares de la etapa de la adolescencia. En mi caso, me refugié harto en un grupo de amigos del barrio y desde allí empezamos a filosofar e irnos a este bosque, El Panul. Aunque suene super hippie”.

¿Crees que el espacio que hoy habitas es tu lugar hoy día?

“Por ahora sí. En este momento me siento como un pulso del que quizás me voy a mover en algún momento. Me gustaría tener una casa rodante para arrancar de aquí un ratito en el invierno al campito de mis papás, trabajar la tierra que es mucha pega y después volver. Como que en este momento me estoy haciendo cargo de mi sueño adolescente mochileando por Chiloé, porque la esencia de esta zona está muy ligada a la cosmovisión chilota, como que respondiendo a ese Franco más pequeño que en un momento soñó con estar acá”.

LA XILOGRAFÍA

Como si estuviese predeterminado que él incursionara en al mundo de la xilografía, esa centenaria técnica de estampado hecha tallando la madera para grabar a punta de tintas y rodillos los motivos, fue Ángela Durán quien le mostró el citado arte.

“Fue en una casa cultural de Santiago donde tenía mi estudio de diseño. Mismo espacio lo compartía quien sería mi gran maestra. Era un oasis en medio de un barrio lleno de talleres mecánicos. Al pasar por su taller ella me llama y me dice: “Franco, mira, yo creo que esto te va a gustar”, y me enseña la xilografía. Me logró leer”.


Ella le regaló sus primeras gubias, tinta y un rodillo, este último una pieza que atesora. Así comenzó a experimentar la técnica en la cual ya sumó 10 años.

Sancho Garrido ha implementado talleres para dar a conocer el oficio del grabador a partir de la madera que hoy alterna con nuevos procesos. Eso sí, se mantiene firme en mantener el carácter manual del oficio.

“Siento que el trance de estar tallando y dedicar ese tiempo es enriquecedor y súper sano, como que estás sanando algo mientras lo estás haciendo. Me gustan las cosas, los procesos largos. Siento que soy más fan del proceso que del resultado”.

Sobre resultados, la xilografía le permite obtener una placa o matriz que se utilizará en uno o más grabados; en ese sentido también debe resolver entre la exclusividad o la reproducción en serie. Pero tiene el criterio para asignar esa particularidad a sus tallados. En esta parte, como en otras, se muestra con el respeto hacia los ciclos naturales de la materia.

“Está bien que la matriz de madera muera, después de una cierta cantidad de reproducciones, como que ya no puede sacar más; ya te entregó lo que te tenía que dar.
Utilizo principalmente trupán, porque es más simple de encontrar y de trabajar al no tener vetas o nudos; la gubia puede ir para cualquier lado. También he trabajado con alerce o raulí, pero no tengo tanta experticia en reconocer las maderas”.

La técnica de grabado se popularizó en sus inicios como monocolor. Fue hasta que se difundió en Japón a finales del siglo XVII, donde artistas como Utamaro comenzaron a grabar hasta diez placas. Consultamos a Sancho Garrido por estas experimentaciones.

“Más bien, he probado aplicando colores, entintando diferentes partes del rodillo, para generar un degradado o mezclar colores. También he trabajado obras con más de una matriz, cada una se entinta por separado y se respeta un tiempo de impresión entre una y otra matriz. Y así creo obras que tienen más de un color”. Se refiere al proceso de taco perdido, consistente en ir raspando las zonas del relieve, para que no traspase tinta. Aquí la limitante es la imposibilidad de volver atrás.

¿Cuál es la mayor satisfacción que te ha dado la Xilografía? Esa donde digas: "Aquí está mi alma, este soy yo".

“Siempre hay algo que uno reconoce como su obra prima. Estoy trabajando una hace mucho tiempo que me gusta”. Se levanta a buscar el grabado para mostrarlo. Un paisaje idílico de acá podría ser Piedra

Azul y la isla Maillen o Huar. Está el pájaro carpintero, el sol, un monito del monte, un pudú, también un chucao.

“Me encanta, aunque no está terminada, pero esta obra tiene animalitos de zona. Este es como tu mundo imaginario, que lo vas haciendo realidad en la madera”.
Al concluir, Franco lanza su última reflexión.

“Creo que no somos una cosa. En el fondo, como que tenemos muchas pasiones y ojalá poder darles el tiempo y la relevancia a cada una. No debemos encajonarnos ni restringirnos limitándonos a decir "soy esto, yo soy solo esto". Así nos cerramos, cuando en realidad podemos cambiar en cualquier momento”.