Jaime Barría Casanova, director banda Bordemar :

El premio más importante es el cariño del pueblo". 

Este año, la banda Bordemar cumplirá cuarenta y dos de trayectoria. La agrupación, liderada por Jaime Barría Casanova, luce un amplio catálogo discográfico y, a su incesante labor de composición, investigación y presentaciones en vivo, sus creaciones son requeridas permanentemente para la musicalización de diferentes programas televisivos y radiales, vinculados al patrimonio chileno.
Han viajado por casi todo Chile y tienen a su haber varias giras al extranjero, portando el mismo principio que dio impulso a su formación; en sus palabras, “la recuperación, registro y difusión de la música de Chiloé”.


Jaime Barría Casanova recibió, el año 1998, el galardón como personaje del año de parte del diario El Llanquihue. El 2008, fue escogido, por votación popular, como vecino del año, en una encuesta convocada por el mismo matutino. 

Pero uno de los más altos nombramientos que ha recibido, se lo otorgó el municipio de Puerto Montt, en febrero del año 2023, distinguiéndolo como ciudadano ilustre. Sin embargo, las incontables premiaciones de las que se ha hecho merecedor no lo envanece.

“El premio más importante es el cariño del pueblo. Es lo mejor que hemos logrado, porque ese premio no lo entregan las instituciones, sino que la misma gente”. Declara con la sencillez que lo destaca.

Para saber, de este prolífico compositor, que ya suma más de cuatrocientas obras, le preguntamos por su primer acercamiento a la música.

EL VIAJE

A temprana edad sintió una profunda inquietud por la música, aunque confiesa haber sido un alumno regular en estas artes.

“En nuestra casa había un piano y mi madre tocaba piano todo el día. Ella me inscribió en una escuela de música de la ciudad, una especie de conservatorio. A mi hermano ya lo habían inscrito tres años antes que a mí; a partir de esa formalidad, él leía música sin problemas. Fui como a dos o tres clases y ya no quise ir más. Porque a mí me parecía más entretenido jugar que aprender y tocar de forma tan metódica y con lectura; yo la disfrutaba en su estado más libre. Entonces, siempre estaba haciendo música”.

Tras egresar del Colegio San Javier, ingresó a la Universidad Austral de Chile, donde postuló a antropología y como segunda opción a la carrera musical.

Comparte una azarosa anécdota, cuando llegó a Valdivia a matricularse. Se encaminaba a rendir la prueba selectiva de antropología. Al pasar junto al salón donde estaban rindiendo los exámenes para música, Jaime se encontró con Marcelo Nilo, quien le sugirió elegir música: “Es más entretenido”, le animó.

Luego de sortear el examen que definió finalmente su camino, Barría sonríe para indicar: “Y me quedé en música”.

A finales de los 80, en medio de la efervescencia política y social que se vivía en el país, y al alero de su alma mater, también estrechó lazos con el par de Nilo, Nelson Schwenke; ambos formaron el dúo Schwenke y Nilo, con ellos forjó una gran amistad.


 

Ya en aquel período, rememora su participación en peñas folklóricas y actos de carácter político, donde interpretaban instrumentalizaciones de Víctor Jara o Violeta Parra.

Así de circunstancial se dio todo. Al poco tiempo, Barría ya aportaba su talento para las primeras canciones que componía el dueto, entre las que destacan los arreglos que compuso para Entre el Nicho y la Cesárea, Hay que ser Bien Pata ‘e Vaca o la Canción Isabelina.

“Yo siempre estaba haciendo música. Recuerdo que fue Marcelo Nilo quien me contactó con una amiga suya, quien tenía un teatro de títeres y necesitaba música los fines de semana. Me convertí en el pianista de la compañía, tocando en vivo con un teclado malísimo que sonaba como, no sé, una melódica”.

Entonces, surgieron los primeros temas que popularizaría la banda tiempo después. “El Camahueto fue compuesto para ese teatro de títeres, cuando presentaban una obra de mitología chilota”. Sin duda, un clásico en el repertorio bordemarino, tras convertirse en una especie de himno del movimiento de guías y scouts de Chile.

“Cuando volví a Puerto Montt, empecé a darle forma a lo que después sería Bordemar. A mi casa llegaban todos mis amigos a tocar, porque estaba el piano. Lucho Rite, que tocaba flauta traversa; Claudio Miranda, que tocaba viola, quien también había estudiado en Valdivia. Y allí nació Bordemar”.

Como parte de las primeras formaciones, menciona además a Carlos Campos e Iván Pérez, alumnos del Liceo de Hombres de Puerto Montt, establecimiento donde, dicho sea de paso, Barría ejerció como docente durante 4 años. “Una carrera súper corta, 4 años fue suficiente”.

A pesar de que pensaba estudiar composición en Santiago, lo suyo estaba en los escenarios.

LA MÚSICA DE BORDEMAR

El elocuente nombre de la banda se vincula de forma automática al paisaje de lluvia, pesca, follaje y neblina característico de Chiloé, mientras que su conformación, con instrumentos de cámara, flauta traversa, viola, piano, guitarra y percusión, ha forjado una sonoridad que mágicamente la conecta con la gente. En ese sentido, el pianista describe a Bordemar como:

“Puedo decir que es una música descriptiva del paisaje del sur de Chile, del mestizaje de tantas músicas que se impregnaron en la conciencia y en el corazón del habitante del territorio y del maritorio. Crea un sonido en el borde del mar, fusionando la música folclórica con la música de cámara”.


 

Hace poco encontró cuadernos del año 96; ahí tenía algunas melodías escritas y que ahora está volcado a grabarlas. Quisimos conocer la razón del carácter siempre instrumental de Bordemar, donde solo en un registro se pueden escuchar las voces de Soledad Guarda y Fernando Álvarez interpretando el vals típico Elena, inserto en el álbum Abordaje. ¿Nunca compones pensando en una letra para la melodía?

"A algunas pudimos haberles puesto voz, pero lo que hago es música descriptiva, impresionista. En la universidad ya componía con ese carácter porque en Valdivia existía un grupo de cine, Cine Cuervo, y yo hacía la música para los documentales; eso me salía muy naturalmente”.

La banda siempre ha tenido su centro de operaciones en Puerto Montt, ¿por qué?

“Nosotros no fuimos a Santiago, ni a México, ni a Miami. Siempre fuimos músicos muy localistas. “Desde aquí nuestra música llegó a la televisión, siempre desde Puerto Montt”.

Vuelve a los orígenes cuando la industria musical era una actividad a la cual se acercaban de manera rudimentaria. Ante las dificultades de acceder a estudios de grabación profesional.

“Los primeros seis temas los grabé en un cassette, en condiciones más bien artesanales. Tuve la suerte de que esa música la grabé inmediatamente, aunque artesanalmente, con dos micrófonos, y al poco tiempo compré una mezcladora de cuatro canales. En 1987 ya se pudo grabar de forma más profesional en Santiago. Entonces, el sello Alerce nos produjo varios álbumes”.

Cada tres o cuatro años tenían que hacer un disco. Pero a la vez, el músico seguía componiendo más. Hasta el año 97 escribe la cueca Tierra Dentro, todo un hit, que Paul Landon incorporaría a su programa que debutó en las pantallas de TVN en 1991.

Casi con el nacimiento de la agrupación, Barría dio forma a su otro bastión musical y cultural: la tienda de música homónima. Ubicada en la esquina de Andrés Bello con Salvador Allende, en el tradicional negocio llega público generalmente de zonas rurales, por su proximidad al terminal de buses porteño.

En el segundo piso de la casona, instaló hace años un estudio donde solistas y conjuntos rancheros podían grabar canciones en cassettes.


“El local también ha procurado mantener un variado stock de accesorios e instrumentos musicales. Siempre ha sido para el mundo rural. Actualmente ha cambiado el comercio: muchos compran por internet.

Fue la Radio Reloncaví una de las primeras emisoras que comenzó a difundir nuestra música. Algo curioso porque las radios no programan música instrumental. Siempre es música cantada”. Resalta la importancia de la emisora local.

LA ERA DIGITAL

Han llevado su amplio repertorio a diversas latitudes y sus presentaciones son siempre requeridas. “Con la banda Bordemar, hemos tenido la suerte de visitar diferentes lugares. Francia, sobre todo en la zona de la Bretaña, muy parecida por el ambiente marinero y la cosa del mar. Allí, como en Holanda, nos han recibido de gran manera”.

Sobre cómo se gestan sus presentaciones, no duda en aclarar. “Nuestro trabajo siempre ha sido producido por nosotros; no postulamos a proyectos para salir, sino que los mismos municipios o embajadas nos contratan. Nunca le hemos pedido plata al Estado, digamos, a Chile. Bordemar ha sido muy independiente, autónomo; no hemos pertenecido a ninguna institucionalidad”.

Este inquieto artista no niega lo experimental a la hora de componer o en la edición de la mezcla final de las creaciones. Se refiere a la gran ventana que es Spotify para los que crean música, a pesar de que para ellos no es una fuente de ingresos. Más bien un punto que aprovechan para dar a conocer las antiguas y nuevas canciones.

“Sur de Chile, uno de nuestros primeros discos, en Spotify tiene 2.800.000 visitas, algo que nos sorprende”.

Uno de sus más recientes discos, editado el año pasado, ya tiene 15 mil reproducciones; en otra época les habría hecho merecedores de Disco de Oro.

Mientras hablamos de la digitalización y cómo afecta el proceso de creación, le preguntamos: ¿cómo percibe la tendencia del uso de inteligencia artificial?

“Seductor pero peligroso. Los autores jóvenes, especialmente, pueden generar una obra hecha con inteligencia artificial en minutos; es un tema muy complejo, y ellos van a tener que competir con la inteligencia artificial. Para los que llevamos años, no es tema, porque nuestro trabajo ya está ahí”.

Sobre los ingresos que le pueden llegar desde la plataforma de streaming musical. Responde: “Por un millón de reproducciones son como mil pesos". O sea, menos de los derechos que paga la televisión o la radio por usar nuestros temas, claro, porque ellos son los dueños del sistema”.

Y en lo experimental, aparte de la creación, ¿tú haces los arreglos y también la mezcla?

“Sí, también. En el disco Tierra Adentro grabé y mezclé todo, igual que Bordevals, pero siempre tratando de ser lo más purista y manteniendo la idea original. También he metido cosas electrónicas; no se nota a veces, pero sí lo hago”.

El prolífico compositor también ha escrito música electroacústica, como el trabajo para el Museo de Arte Moderno en Chiloé, el año 2000.

Tan dilatada trayectoria supone una amplia colección de premios y reconocimientos. Aunque reafirma valorar más el cariño y contacto en respuesta a su talento, Barría le otorga un valor simbólico, pero lo motiva mucho más los premios y el cariño de la gente, porque es realmente auténtico, sostiene.

A pesar de que el arte y la cultura no se valoran en plenitud por el estado, y determinadas propuestas están estancadas o a la baja, este diagnóstico lo constató ya en época de pandemia.

“La música fue golpeada muy fuertemente, por lo que tuvo que ver el lío de las fundaciones, ¿no? Antes una municipalidad te contrataba y había que mandarle la boleta y listo. Ahora las exigencias para cerrar una actuación son mayores”.

Profundiza en esta crítica señalando: “La institucionalidad, como los ministerios, estos están por otra vereda". Siempre he dicho eso. Ellos andan por otro lado, manejan fondos, mucho personal, muchas camionetas, muchos arriendos. Y para los artistas no llega nada o muy poco. De 10 conciertos que hacemos para entidades privadas, 1 puede ser para la institucionalidad pública.
He empezado a recuperar todos los cuadernos que tenía y las grabaciones que tenía, muchas improvisaciones, en todos esos cassettes que tengo por ahí".


El año pasado saqué 50 temas y el antepasado, con Patricio Velázquez, otros 50 más. Lo más lindo de esto es que también hay muchas de estas músicas que han sido usadas por las orquestas juveniles e infantiles.

“Muchos están tocando nuestra música y eso me siento muy contento”.

Cuando poníamos fin a la entrevista, ingresaron a su tienda de música dos jóvenes, a saludarlo y recordarle una invitación a un concierto donde ellos interpretarían una composición de Barría. Una prueba más de la enorme influencia que ejerce la música bordemarina en las nuevas generaciones.