JORGE PONCE, CANTANTE Y GUITARRISTA

"Recreo la música que a muchos nos toca el alma”.

Es uno de los pocos artistas sobrevivientes de las noches prekaraokianas. De esos que enfrentaban al público provisto sólo de su voz y su guitarra. Oriundo de Santiago, vivió en Viña del Mar. Al poco tiempo de avecindarse en Puerto Montt, conoció a Javier Rosas, el eximio guitarrista, que ha sido su compañero de ruta por más de 28 años. Actualmente sigue llevando su repertorio para animar eventos particulares y de vez en cuando, lo invitan a algún escenario para seguir haciendo lo que más le apasiona: cantar.

Fue a los inicios de los 90’s que llegaste a Puerto Montt ¿Cuáles fueron tus inicios?

“Fue un tiempo hermoso el que viví en el Burlitzer de Puerto Varas. Allí partí como solista. Fueron veladas memorables para muchos. Pero hubo malos manejos administrativos, entonces decidí retirarme del local”.

De un rato para otro, el inolvidable pub se convirtió en ruinas. Fue adquirido por el empresario Enrique Rossi, quien introdujo un nuevo esquema en la administración, provocando la salida definitiva de su rostro emblema. El nuevo propietario intentó copiar las propuestas y hasta los repertorios de los espectáculos puertomontinos y replicarlos en su pub, pero no pudo reeditar las memorables jornadas. Tiempo después, Ponce se dedicó a frecuentar los locales nocturnos que se dedicaban al espectáculo, para estudiar el medio y realizar inversiones en el rubro.

Jorge Palacios me convenció de que viniera al sur, y la verdad es que me gustó. Salíamos a ver qué estaban haciendo los otros boliches, para conocer el medio y poder hacer algo siempre distinto. También fuimos a La Nuit; esas salidas me bastaron para saber que había que hacer algo diferente, porque en todos ellos se cantaba, mayoritariamente, música en español”. Javier Rosas tocaba en el Maxim, con un grupo llamado Ego. A Ponce le sorprendió lo prodigioso que era con la guitarra. Pero el desgaste acumulado en el mítico Burlitzer hizo que Ponce se decidiera a conformar el dúo con Rosas para las futuras jornadas que se aproximaban.

Comenzó a los 19 años a ganarse la vida con la música; era el medio para afrontar la paternidad apenas egresó del Internado Nacional Barros Arana. Fue en La Mía Pappa, del complejo del Muelle Vergara, donde hizo sus primeras armas con la música, centro de eventos donde permaneció una década. “No me siento ni estrella ni mucho menos. Gracias a Dios he podido vivir todo este tiempo, 45 años viviendo de lo que me gusta hacer”.

Este obrero de la guitarra debió enfrentar otro momento crítico. Llegada la pandemia del Covid, se recluyó en su hogar porque no se vacunó. “Estuve cagado de susto durante mucho tiempo. Hasta que me fui con unos amigos a Limache en enero del 2021. Fuimos a probar un proyecto hortícola, porque como no había pega, había que buscar formas de ganarse los porotos de alguna forma. El emprendimiento fracasó por la mala calidad del suelo”.

 

 

Afortunadamente para el cantante, el Covid no lo enfermó, librándose de que sus cuerdas vocales fueran afectadas como miles de personas que quedaron con secuelas. Tantas noches de innumerables canciones acumuladas pueden dañar la herramienta de trabajo de un cantante. ¿Hay un desgaste natural de las cuerdas vocales?

“Claro, porque es un músculo. Cuando se envejece, se pierde tonicidad y fuerza en los músculos. Yo nunca he sido un alfeñique, pero obviamente el cuerpo lo va resintiendo. Para mí, afortunadamente, he podido seguir cantando; se va perdiendo la tesitura, va cambiando un poco el color, la voz se va poniendo un poquito más oscura”.

Mantener vigencia luego de 45 años es una hazaña para cualquier cantante, especialmente con maratónicas jornadas como el período en que actuaba en El Submarino, de calle Quillota en Puerto Montt. Durante dos años, cantó todos los días, desde las diez y media de la noche hasta las cuatro de la mañana. Las incontables horas frente a un micrófono le jugaron una mala pasada. “Cuando comenzaba en esto de la música, en plena temporada yo estaba en Viña y me quedé sin voz. Consulté un otorrino porque tenía la cagada; estaba cantando mal, estaba usando mal el instrumento. Entonces, me fui a tratar con una fonoaudióloga”.

Como muestra de sus proezas, Jorge Ponce recuerda una vez en que cantó casi siete horas continuas, sin repetir ningún tema. ¿Cómo fue eso?

Trabajé harto tiempo en el bar de Coco Legrand; se planteó una prueba, más que un desafío en el bar del Coco. Yo estaba muy joven, tenía 21 años y estuve 6 horas y 20 minutos, cantando sin repetir ningún título”. A partir de ese hito, fue el mismísimo comediante quien lo bautizó El Wurlitzer. Nombre que adoptó para el pub de Puerto Varas.

Otra presentación que recuerda con especial orgullo fue aquella en que, junto a Javier Rosas y Mauricio Lienlaf, actuaron en la Semana Llanquihuana. En dicha ocasión telonearon, ni más ni menos que, a Los Jaivas. En el escenario del balneario lacustre lucieron lo mejor de su repertorio y se pasearon por diversos géneros. Un show de veinte minutos llegó a durar una hora y media: “Nosotros cantando 'Vuelvo a casa, vuelvo, compañera', de Illapu; nos despedimos como seis veces”.

La música y la guitarra también le han permitido viajar al extranjero; Cancún y Brasil han escuchado a Ponce, donde ha recibido elogios por su show. Todavía carga su guitarra Epiphone J-200, una copia de la Gibson que usaba Elvis Presley, para adaptar el repertorio allí mismo sobre la tarima. Los años de circo le permiten leer al público y replantear una playlist que nunca elabora, porque surge espontáneamente, según lo que la gente quiera esa noche. Ahora se usan electroacústicas. En el tiempo de Elvis Presley eran sólo acústicas y ponían micrófonos adelante para poder amplificarlas. Nunca me ha gustado la guitarra eléctrica; yo soy acústico y prefiero la música folk, media country, de guitarra. Encuentro que tiene un sonido muy particular y muy lindo, y además que la guitarra que uso es muy dúctil”.

¿Tus repertorios siempre han sido covers? ¿O en algún momento compusiste alguna canción?

“Siempre han sido covers. Siempre ha sido recrear la música que a muchos nos toca el alma”.

Son incontables las canciones que has interpretado.¿Cómo haces para memorizarlas?

“Sí, a mucha gente le llama mucho la atención la capacidad de almacenar. Tengo disco duro; parece que son como 6 teras”. Sonríe porque él mismo no entiende esta capacidad, aunque confiesa: “A veces hay que chamuyar si hay un lapsus. Hay un repertorio muy grande, que va desde Lucho Barrio hasta Pink Floyd”.

¿Cuál es la playlist o la banda sonora de Jorge Ponce?

“Es música acústica, siempre balada. Me encanta la música del grupo español Mecano, por ejemplo, Serrat, me encanta Juan Luis Guerra, lo considero un genio. Y en lo anglo, Elton John, David Bowie, Electric Light Orchestra, Dire Straits, Mark Knopfler, que es un tremendo músico, Phil Collins y de Queen, algunos temas, pero no los más clásicos”.

¿Hasta dónde exploras con la tecnología?

“Actualmente utilizo algunas pistas; hay que aprovechar la tecnología porque esos recursos optimizan el resultado y la performance de lo que estás haciendo. En los shows que hago en el Hotel Cumbres de Puerto Varas, hay algunas cosas que las hago con guitarra y otras las hago con pista y guitarra. Mientras voy preparando la siguiente canción, con la guitarra voy rellenando un poco el colchón armónico, porque echo de menos la guitarra cuando no la tengo”. Pero en otros recursos tecnológicos tiene reparos. No es amigo de las redes sociales, prefiere el contacto real.

 

 

“Les tengo miedo, incluso cierto resquemor, porque se prestan para muchas cosas". Hay mucha gente que la utiliza de buena manera, pero hay mucha que la utiliza para hacer daño”. Los covers de música anglo lo han obligado a trabajar mucho la fonética del idioma. Ponce nunca ha vivido en un país de habla inglesa; sin embargo, ensaya y ensaya la versión original. Su desempeño, sin ser angloparlante, le ha valido curiosos elogios, por ejemplo, la ocasión en que conversó con Mario Kreutzberger, Don Francisco, luego de que lo oyera cantar: Se acerca don Francisco y me dice: "Maestro, ¿cuánto tiempo estuvo usted en Estados Unidos?" Yo no conozco Estados Unidos; nunca he ido allá.” Pero ¿y el acento de dónde? De la música, le dije, me encanta la música country y el folk. Ah, me dijo, lo felicito, porque el acento que tiene está perfecto”.

De un tiempo a esta parte, la irrupción del karaoke hizo que todos se convirtieran en cantantes. ¿Qué opinas ak respecto?

"Así es. Pero no es malo, ¿sabes por qué no es malo? Porque cuando se sube alguien que canta realmente, te das cuenta de que no hay saborear el filete hasta no probar el charqui. La tendencia del karaoke terminó siendo replicada por todos los locales de la cuadra e instalaron una moda. Al rato reviven espectáculos como los martes femeninos. Lo encuentro ordinario”.

A sus 65 años, siente que la edad le pasó la cuenta. Su espectáculo no tiene la demanda de antaño. Esporádicamente se ha presentado en el pub El Salonazo ju to a Javier Rosas, también ha cantado en Patio Pelluco junto al Gitano Flores. “No tengo ningún problema en cantar en la calle. No le tengo ni miedo, ni me considero peor, por estar tocando de repente en la calle, porque es un escenario súper honesto. Yo no ando vanagloriándome porque todo le pertenece a Dios. Si Dios mañana me da más o me quedo sin voz, así será. Yo he podido llegar a esta altura en mi vida cantando y cantando bien”.