Noemí Manríquez Rojas, activista ambiental:

“Prefiero centrarme en la búsqueda de soluciones”

Alcanzó notoriedad pública en 2019, cuando el Ministerio de Medioambiente la premió por su proyecto Ecoladrillos otorgándole el título como Niña Planeta de la región de Los Lagos. Entonces tenía apenas 10 años. Junto a su familia, recién se habían mudado a Piedra Azul, específicamente a Ralimó, una localidad rural junto a la Carretera Austral.


Dejó junto a su familia las comodidades que un niño encuentra en la ciudad, como el acceso a internet. Es que, a pesar de los escasos once kilómetros que lo separan de Puerto Montt, en dicha caleta la conectividad y el aislamiento se hacen notar.

Sin embargo, ella lo transformó en una oportunidad para conectarse con la naturaleza. Y otros cambios que se dieron en medio de estos parajes.

Actualmente, Noemí Manríquez Rojas tiene 17 años y se ha dedicado al activismo medioambiental.

En su fulgurante trayectoria ha lidiado con gigantescos molinos de viento; además, ha luchado para desmarcarse de algunas etiquetas debido a sus cruzadas.

¿Cómo convives con el rótulo de Niña Planeta? Ya no eres una niña.

“Luego de recibir el premio, me quedó el nombre porque la gente me asociaba a él. Aquí en la zona rural, en vez de decir niña, se refieren a una como chica; ahora me dicen la chica planeta, la misma gente lo ha ido modificando”.


El año que la distinguieron, nuestro país iba a albergar la COP 25, pero producto del estallido social, la cumbre se canceló y se trasladó a España, lo que produjo frustración en todos los seleccionados porque no recibieron el reconocimiento que merecían de sus proyectos.

Ella ya había dado sus primeros pasos en el camino que la llevaría a convertirse en algo así como nuestra Greta Thunberg.

En esos primeros veranos en la caleta de pescadores, bajó todos los días a la playa y encontró basuras y residuos por todos lados, así que junto a sus papás comenzaron a llevar una bolsa para recogerlos. Al poco andar, a esa significativa acción Noemí sumó a otros lugareños. Su incipiente voluntariado nació en esa poco conocida localidad.

Ante el escaso apoyo que encontró en su colegio, golpeó puertas en otros establecimientos, especialmente escuelas rurales, que, contagiados de su energía y entusiasmo, sumaron voluntades para las primeras limpiezas de playas que ha realizado desde que cursaba quinto año básico.

Ha acuñado el concepto adultocentrismo, una crítica a quienes minimizan a los niños, adolescentes y jóvenes que, con sus acciones, son verdaderos agentes de cambio en la sociedad.

¿Cómo te vinculaste con una comunidad que no te conocía?

“En estos sectores viven muchas personas mayores; yo era una chica recién llegada que venía a hablarles de ecología y medioambiente, y obviamente estaban como muy cerrados.
Al principio fue muy complicado porque, además de hacer limpiezas de playas, también hacíamos limpiezas de bosques y fue difícil que me validaran. Pero empecé a vincularme con ellos de una forma más cercana. Primeramente, a saber de ellos, conocer su realidad, sus intereses. Eso se dio de forma natural, no fue planificado sin imposiciones y empezaron a tomarme cariño. Luego comencé a hablarles sobre mis intereses. Así como yo los escuché a ellos, ellos empezaron a escucharme”.

El reconocimiento público te llegó tras la nominación ministerial. ¿Cómo enfrentaste esa fama repentina y que a partir de ello te transformaras en una influencer?

“Hay que aclarar un poco los conceptos. Prefiero que me llamen activista, porque lo otro tiene una carga que, comúnmente, se asocia a cosas más livianas como la fama y el dinero.
Si se trata de influenciar positivamente a otras personas, de contagiarlas, me hago cargo, aunque confieso que en un principio sí me emocionaban los likes, que aumentaran los seguidores, porque para los jóvenes igual es como un sueño. Pero mi objetivo ha sido muy claro: generar educación ambiental y también, en lo personal, aprender de otras personas. Desde el activismo, yo no sólo estoy enseñando, también estoy aprendiendo”.

 

La activista señala que le agotan mucho las redes sociales, pero a la vez reconoce que es una herramienta que, bien usada, sirve para informar y comunicar. En estas playas digitales se encuentra de todo, por eso Noemí recomienda estar atentos a las fake news y exige que los contenidos que se difundan desde estas plataformas sean reales.

Una de sus principales motivaciones ha sido la descontaminación de las playas en el Sur de nuestro país. Ha participado y encabezado diferentes iniciativas al respecto, como la realizada junto a la Armada de Chile llamada Plan Tenglo, donde se han logrado sacar entre 3 y 4 toneladas de basura y plástico en cada recolección, con la ayuda de decenas de voluntarios de la zona. 

“Fue súper chistoso, porque era la gente que antes botaba la basura, era la misma que después la estaba recogiendo desde los microbasurales.
Por mucho tiempo, ellos enterraban o quemaban la basura, entonces empecé a buscar las formas en las que se beneficiaran, por ejemplo, capacitándolos en producir detergente ecológico con los residuos orgánicos que antes desechaban”.

¿Crees que Piedra Azul es tu lugar en el mundo?

“Estoy como muy bien aquí, me encanta este lugar, pero quiero estudiar periodismo y esta carrera no se imparte en Puerto Montt, así es que ya me hago la idea de partir a Santiago, que es como todo lo contrario”.

Dentro de los reconocimientos que ha recibido Noemí destacan su participación en la categoría Niñas y Jóvenes Líderes e Innovadoras por la Equidad, de Women Economic Forum Chile; ser nombrada una de las 100 jóvenes líderes por El Mercurio; su nominación como Activista Ambiental en la categoría Mi mundo en los Kids Choice Awards, en México, 2023; y su participación como representante de Chile en el encuentro Ecoinfluencer y activistas por el cambio climático, en Lima, Perú, donde se reunieron más de 200 jóvenes de ocho países.


Por años ha enfrentado problemáticas asociadas a la lucha por el medioambiente. ¿Cómo te manejas con el poder, representado en el estado, el empresariado y los medios?

“Prefiero centrarme en la búsqueda de solución, más que quedarme en la crítica. A veces nos desgastamos en lo negativo y nos quedamos pegados en el problema. Conozco el impacto negativo, por ejemplo, de las industrias salmoneras con sus centros de cultivos; hay una huella negativa innegable, pero con la misma gente vemos ese hecho como una oportunidad para generar cambios”.

Recuerda que al iniciar sus cruzadas enfrentó muros de desidia en sus redes más cercanas.

“Claro. Por mucho tiempo me desgasté prsentando iniciativas y buscando apoyos; fueron mis compañeros de curso quienes se sumaron inmediatamente, sin embargo recién el año pasado vi muestras de apoyo de mi colegio.”

Aprendió la lección. Los cambios son paulatinos y comprenden a partir de la experiencia ganada, que no se dan en forma inmediata.
Intenta un rol menos protagónico en las batallas que continúa librando y liderando, pero con nuevas estrategias, donde ya delega tareas y dosifica exposición.

“Me ha costado mucho igual trabajar en equipo, pero creo que es más efectivo, por ejemplo, desde la fundación Adolescente Impacta. Antes trabajaba sola, pero significaba un desgaste físico y emocional tremendo, porque soy muy sensible, hipersensible”. Precisa.

Tu protagonismo te ha significado una crítica constante, que viene mayoritariamente de tus pares. ¿Cómo has abordado esta parte ingrata?

“Esta crítica es muy compleja de sobrellevar para cualquier persona, pero es aún mayor cuando se es tan chica, pero me ha servido para ir forjando una especie de cuero de chancho, como decimos aquí en el sur”.

Se refiere, entre otros casos, al vendaval de críticas que le reportó una de sus últimas publicaciones en Instagram. En una limpieza de la playa de Pelluco encontró una red de pesca y la transformó en una polera. El resultado asombra más allá de lo estético, no solo porque acciones como esa reducen el impacto de la huella de carbón.

Me llevé muchos comentarios malos, porque supuestamente la prensa ¡tenía pintura antiincrustante! Pienso someterla a análisis de laboratorio y demostrarles a las personas lo contrario. Me bombardearon con mensajes. Estuve tres días súper apagada y triste”.

Tiene casi nueve mil seguidores en su cuenta de Instagram. Asiste a cumbres y seminarios; es fácil conocer de su activismo en internet, pero hay costo asociado a una fama y exposición que no buscó, pero se asume como la referente que es.

“Desde niña me gustó mucho hablar, aunque soy más bien tímida. Siempre me gustó participar en actos del colegio. Lo que sí se me hizo difícil fue asistir a cumbres, seminarios y cosas de ese tipo, pero he ido aprendiendo a desempeñarme mejor ante grupos de personas”.
Noemí se refirió a la clase de liderazgo que ejerce, señalando:

“En estas actividades existe mucho la idealización del activista o del líder. Me ven dando entrevistas y creen que yo hablo así en cualquier parte. No es así, soy tímida, me cuesta tomar confianza al hablar y romper el hielo”.
En el futuro, quiere dedicarse a las comunicaciones, de ahí su predilección por el periodismo, inspirada entre otras por la periodista y activista Catalina Droguett, quien fomenta el autocuidado y la sustentabilidad como estilo de vida desde su programa de radio y televisión Chile Sustentable y su proyecto Mujer Sustentable.

“Para mí, el activismo es activar, como dice la palabra, a otras personas a generar acciones.
Hay que empezar a difundir eso de que existen muchos jóvenes activistas como yo, en otros lugares de Chile, en otras áreas como la tecnología o la ciencia. No sabemos de ellos, porque nos muestran casi siempre a los mismos en la tele. O a otros que generan una voz más polémica”.

 

 

La niña planeta creció. Atravesó la adolescencia y hoy es una joven pronta a ingresar a la universidad. En un tiempo más vas a mirar hacia atrás y vas a tener que hacerte cargo de esos niños planetas que tú inspiraste. ¿Cuándo paras? ¿No te cansas?

"La verdad es que yo tengo mis tiempos para todo. Siempre que me ven en redes piensan que solamente me centro en el activismo, pero no es así. Debo decirlo: me ha costado un montón porque soy súper dispersa, pero con el tiempo he ido aprendiendo a darme mis tiempos”. Responde con su sonrisa habitual.
Hay una especie de idealización del activista y de los líderes. Se piensa en una persona, por ejemplo, que tiene las mejores notas del curso o que sabe manejarse perfectamente con un grupo de personas, que no sale a una fiesta. Yo tengo una vida normal, no soy matea, pero me doy tiempo para mí, para mi familia o para los hobbies que tengo”.

Una de sus aficiones siempre ha sido la danza. Estuvo en una academia, pero debió dejarla.

Le entretiene mucho ver películas, especialmente si se trata de repetirse la saga de Star Wars o El Señor de los anillos, títulos de los que se confiesa fanática.

Actualmente está incursionando en el mundo del modelaje y dedicada a su emprendimiento, Ecolinduras, actividad que comparte junto a mi mamá.

Con esta normalidad, desmitifica la figura que muchos se hacen de ella y nos deja su última reflexión respecto al cambio climático.

“Para mí es real, no es mito. Es algo que lleva pasando mucho tiempo; nosotros lo hemos convertido en una crisis. La crisis climática.

Lejos de las chapas, la otrora Niña Planeta nos hizo una única exigencia al concluir la entrevista:

“Ahora me gusta que me presenten por mi nombre, Noemí, con mis dos apellidos. Mis padres han sido piezas fundamentales en mi activismo, por eso escribe Noemí Manríquez Rojas, activista ambiental". Con total naturalidad entrega unas últimas instrucciones claras al finalizar la conversación.